EL AGUA

El agua nunca descansa.

Sin embargo, siempre rebosa de energía,

a veces más intensa y otras más tenue.

Pero nunca se agota, nunca la pierde, esa energía, ¿por qué?

Simplemente, el agua se deja fluir.

Se deja caer por las cascadas, deslizándose de roca en roca,

Jugueteando,

sin apegarse a ninguna de ellas.

Atraviesa lugares y gentes sin aferrarse a ellos.

El agua,

conoce bien el precio del apego.

Si, por mala fortuna queda largo tiempo estanca en algún lugar,

el agua enferma, quebrando el entorno con su desdicha.

Así es,

si se siente prisionera, allá donde está,

expande esa falta de amor que quema la vida.

Aunque en perpetuo cambio,

el agua siempre es agua, fiel a sí misma,

el agua es.

Ha recorrido ya tantos caminos,

que acepta el cambio como parte intrínseca de su ser.

Aunque a veces pareciera que se pierde en estados de furia extrema,

el agua vuelve siempre a su centro,

recuperando la paz,

volviendo a su cauce en la armonía de la Conciencia.

Ya sea fría, caliente o helada,

la cualidad suprema de su ser es la transparencia.

Su alma vibra calidez y equilibrio, a la luz de las farolas desdibujadas,

en la noche de la ciudad.

Allá por donde transita,

el agua siembra vida.

Inspiradora tanto de artistas como de la propia Naturaleza,

El agua llama al despertar de los corazones,

creadora incansable de pasión y magia.

EL SILENCIO

Me siento acompañada por el silencio.

El silencio es el espacio donde se expresa el alma.

El silencio es donde habita la conciencia,

es su voz, es su mirada, es el latido de su corazón,

el silencio es plenitud.

Me siento acompañada por el silencio.

El silencio es, a la vez, alegría y tristeza, testigo del nacer y morir de nuestras emociones,

es el tiempo del palpitar sonoro de nuestros corazones.

¡Es la llama que enciende la vida, es presente!

Me siento acompañada por el silencio,

el silencio es verdad,

es el canto de la Tierra,

el silencio es amor, vibración,

¡somos tú y yo!

El silencio es conciencia misma, es despertar.

Me siento acompañada por el silencio…

El silencio es.

FUGAZ

Los espejos de mi alma

nadan,

libres y prósperos,

en el mar cuántico.

Mi ser multidimensional

se reafirma en su

esencia.

VISIÓN

Las realidades paralelas

dibujan su rumbo

en el cristal blanco del estanque

del campo cuántico.

De repente,

aparece un rostro.

LA FELICIDAD

La felicidad no está donde uno no pueda sentirla.

La felicidad no se ve, no se toca,

la felicidad se escucha en el silencio.

Ni formas, ni colores, ni texturas,

Ni estructuras fijas o móviles,

la felicidad no entiende de razas ni religiones,

ni clases sociales.

La felicidad no se llama, no tiene identidad,

¡La felicidad ni se huele, ni se rastrea porque es libre!

Puede ser compañera, pero jamás se dejará encerrar,

ni utilizar, ni abusar, y después, abandonar,

¡ella no nos abandona!

A menos que cerremos los ojos a la verdad,

y demos la espalda a nuestra naturaleza.

La felicidad, ni se busca, ni se crea.

La felicidad aflora, cuando estamos preparados para recibirla,

con el corazón abierto, dispuestos a amarla.

Y eso solo puede ocurrir en el vacío,

al soltar todo deseo de alcanzarla.

CUANDO EL ALMA LLORA

Cuando el alma llora,

no hay palabras ni vida que puedan aliviar su dolor.

No existe amistad, por muy sincera y profunda que sea,

ni amor de pareja, por mucha complicidad que haya,

que puedan secar sus lágrimas y devolverle el soplo de vida

a un alma doliente y malherida.

No existen brazos suficientes en el mundo,

por muy robustos y llenos de calor,

que puedan acoger un dolor tan agudo y desgarrado como el del alma.

No existe grito, aunque surja muy hondo en las entrañas,

no existen danza ni arte, suficientemente empático y elevado,

ni música, por muy auténticamente expresiva que sea,

para sonar como el canto del alma,

cuando ésta se siente sola y perdida.

Ni siquiera la mirada inocente de una niña feliz,

ni la sonrisa dulce y bondadosa de nuestros ancestros muertos,

pueden despertar la sangre en el corazón del alma ida.

El silencio…

Tan solo el silencio,

ese espacio de reconocimiento y conexión con nuestro yo divino,

con nuestro ser,

tan solo en ese espacio-tiempo atemporal, infinito,

el alma encuentra su hogar, su refugio, y,

es ahí donde,

a través de la conciencia creadora,

el alma transmuta su dolor en sonrisa,

en una paz total, absoluta,

y reveladora de la esencia misma de la felicidad.