FRIDA, el MAR y yo.
Esta experiencia de transformación comienza yendo al mar junto con la Frida a darnos un baño. (perra con la que compartimos la vida Lluisa y yo y a la que le encanta el agua y nadar).
La playa está alejada del centro urbano y es de piedras, esto hace que no vaya mucha gente por allí y que no tenga servicio de limpieza. Entonces a menudo hay bastante basura (plásticos, latas, botellas, etc..) olvidada por los que van por allí o porque el mar la devuelve a la playa.
Al principio, y a pesar de ver la basura solo limpiaba unos cuantos metros alrededor de donde nos instalábamos, el resto, sentía que no era cuestión mía. Poco a poco se fue transformando esta visión y empecé a recoger más y más metros de playa, hasta que ahora reviso y limpio toda la playa.
Cuando lo hago, no experimento ningún orgullo por hacer algo extraordinario, ni tengo resentimiento hacia quienes dejan las latas, botellas, etc. o hacia el Ayuntamiento que no la limpia.
Simplemente siento que no tengo que esperar nada, que eso es lo que yo puedo hacer, que es inmediato, está a mi alcance y me hace sentir bien y pleno. Así es como muestro mi agradecimiento al universo por estar en este hermoso planeta, por el mar, el agua, los perros, etc.
Al terminar la recogida, dejo la basura en el contenedor, y pienso: “el baño de hoy ha terminado, los dos hemos disfrutado y hemos cuidado de la tierra. La experiencia está completa.” y nos vamos felices a casa.
DALE UNA OPORTUNIDAD
Tengo una casa en pueblecito de Soria desde hace 30 años. Allí hay mucho espacio de bosque, poca población y una tradición muy arraigada de salir al campo a cazar. Al principio cuando salía a pasear por la montaña, me creaba un gran desasosiego saber que estaban por allí, verlos en sus puestos, oír los perros, ver cartuchos en el suelo, etc.
El malestar era tan grande que me pasaba rumiando ira durante horas, incluso después del paseo la ira seguía y seguía. Sentía una gran injusticia y mucho dolor por esos animales perseguidos y acosados sin una razón poderosa que lo justifique. Mi reacción cuando me encontraba con una cacería era ponerme a gritar para espantar a los animales y molestar a los cazadores.
Poco a poco me di cuenta de que mi paseo se agriaba y la ira impedía que surgiera la compasión y solo surgía una violencia que lo inundaba todo. Así que, me propuse cambiar de actitud y comencé a preguntar a los cazadores:
“¿Quién te ha transmitido el gusto por la caza?.. la respuesta es, “.. alguien de mi familia, padre, tío, amigos, etc.”.
Entonces comprendí el valor de la transmisión. Han recibido esas semillas y continúan actuando sin mucho sentido crítico y sin haber comprendido el valor de proteger la vida, la no violencia, la compasión y el interser.
A raíz de esto, cambié mi actitud hacia ellos y trato de escuchar al ser humano frágil y vulnerable que hay en ellos y procuro transmitirles compasión por los animales, de una forma firme pero cálida.
En una ocasión, dando un paseo cuando atardecía, oí a un cazador con su perro detrás de unos matojos, acosando a un conejo que se había refugiado allí. Yo con voz tranquila y sin violencia le dije:
“Dale una oportunidad, está oscureciendo, déjale marchar” Él contestó “.. pues tienes razón, voy a dejarle ir..”
Con una sonrisa dejé ir al cazador y me alegré por el conejo.